¡Tierra a la vista! (isla de Gough)

Tras un par de días de clases teóricas en Puerto Williams (Patagonia), llegó el momento esperado de sacar todos esos conocimientos del aula y ponerlos en práctica en el mar.

Por delante semanas en alta mar con el cielo sobre sus cabezas cada día y noche para afinar el uso del sextante y los cálculos, y seguir profundizando en el conocimiento del cielo estrellado.

Kate, Carlos, Rob y Tim tomando alturas del sol con un mar arbolado

Se compararon los resultados de las primeras mediciones en el mar con el GPS, con una intención clara: la de contribuir a dominar el sextante.


Gracias a la extrema precisión del GPS, uno puede convertirse en un auténtico malabarista de las estrellas en íntimo contacto con el firmamento, ganar confianza como navegante celeste y conservar la electrónica como aliada en caso de emergencia.

Carlos tomando la lectura del sextante

Tim tomando una altura

Atreviéndose en algún momento a dejar a un lado el GPS y aceptar cierto grado de incertidumbre –condición inseparable de la verdadera aventura–, uno puede volver a sentirse como los marinos de antaño.

Mientras escribo estas líneas, el Vinson se acerca a la isla de Gough, situada en mitad del océano Atlántico Sur, una de las islas habitadas más remotas del mundo. Gough sólo está habitada por una estación meteorológica sudafricana, por lo demás sirve de hogar del albatros.

Todos los trazos erráticos que el rumbo del velero dibuja en el papel blanco de la carta náutica apuntan siempre a ese pequeño punto, a esa pequeña isla volcánica en medio del Océano Austral.

No me cabe duda de que nuestra aventurera tripulación logrará encontrarla en medio del océano, y puedo imaginar su alegría y orgullo al avistar por proa la recalada, justo en la marcación esperada.

El orgullo de sentirse navegante.

Jordi Griso

Navegante



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