La tripulación

Para preparar la expedición científica de tu vida, como en la que me encuentro en este momento, debes planificar hasta el más mínimo detalle. En los meses previos a la partida, a menudo se me veía corriendo como un pollo decapitado, despotricando sobre la cantidad de marcas diferentes de espátulas desechables a elegir, o sobre cómo pueden caberte 10 pares de calcetines en una sola bota si te esfuerzas lo suficiente.

A pesar de mi exhaustiva planificación, llegado el momento de emprender el viaje caí en la cuenta de que no me había planteado mucho cómo sería mi vida cotidiana, ni cómo las personas que me acompañarían desempeñarían un papel tan importante. A bordo del Vinson of Antarctica hay tres miembros de la tripulación que cuidaron de nosotros los científicos durante más de un mes. Me gustaría haceros un par de apuntes sobre cada uno de ellos, compartir por qué conocer a la tripulación era algo sobre lo que para mí era importante escribir.

Alec y Jose

Empezaré por Alec. Si se le pidiera a un niño que dibujara a un marinero, es posible que se le acercara bastante: barbudo, piel curtida por el viento y recio, Alec podía moverse en alta mar por el barco con los ojos cerrados. A menudo hacía de asesor cuando había que realizar maniobras complicadas, y sería fácil reducir su descripción a la del marinero duro que no está por tonterías y se dedica a hacer su trabajo sin más.

Alec

No os dejéis engañar. Alec tiene más conocimientos sobre la naturaleza que buscábamos aquí en el Océano Austral que la mayoría de los científicos a bordo. De día, Alec solía utilizar su vista aguda para señalarnos la presencia de ballenas Minke, o de islas escarpadas repletas de diferentes especies de aves. De noche, le oías contar historias sobre la vida en las islas Malvinas y cómo con el paso del tiempo han cambiado allí las cosas, tanto para los animales como para las personas. Con Alec una tiene la sensación de estar en presencia de un protector de la vida aquí en el Sur. Esta sensación también se trasladó a todos los que íbamos a bordo. Si en algún momento te sentías insegura, podías mirar a Alec y saber que todo estaba en buenas manos.

Luego está José, argentino de origen, pero de naturaleza italiana, quizá se sentiría más cómodo llevando a juerguistas en Ibiza que a científicos en la Antártida. Pero de nuevo, si lo miras un poco más a fondo, descubres que está exactamente donde debe estar. A menudo, José se encargó de intercalar pausas cómicas en el Vinson, reprendiéndonos por dejar las botas mojadas en el taller, hizo carteles de «¡Zona libre de botas!» o «Salir del taller sin la bota empapada = ¡José feliz!». Tras un desembarco especialmente torpe por el costado del bote en el que casi todos nos mojamos los pies, puso un cartel de «SALIDA» a proa; luego, cada vez que salíamos, nos reíamos al escuchar «Atiendan, por favor, el cartel de salida, señoras y señores. ¡Gracias!».

Jose

Pero cuando las cosas se torcían en el mar, el alegre José pasaba a adoptar un segundo plano. En esas situaciones te dabas cuenta de que bajo esa capa desenfadada había un marinero extremadamente hábil a la espera de entrar en acción. José conoce el barco hasta la última tuerca y tornillo, y puede manejar todos los artilugios a bordo con habilidad y rapidez. Una vez terminado su turno, o tras salvar una situación difícil, ahí lo tenías, ofreciéndote una bebida caliente, con una sonrisa, listo para levantarte de nuevo el ánimo.

Por último está Kenneth. Necesitarías un libro entero para abarcarlo por completo. Y hablando de libros, ha publicado uno de cocina, El libro de cocina del Narinan. Lo he leído de principio a fin y lo recomiendo encarecidamente. Durante una de nuestras muchas conversaciones memorables con Kenneth, repasamos su currículo laboral y descubrimos que ha sido marinero durante la mayor parte de su vida (lo cual no sorprende), y que ha destacado en su oficio. Sin embargo, lo más asombroso es que, entre otras cosas, también ha sido un exitoso diseñador (¡!), chef, profesor y escritor.

La naturaleza de Kenneth se parece mucho a la de su cocina a bordo del Vinson, tranquila y sin pretensiones, pero rebosante de sabor. Incluso con algo tan simple como un tazón de gachas de avena, agitas la varita mágica de Kenneth y la recompensa es una delicia. Esta resultó ser una de las herramientas más valiosas que aprendí en este viaje. Descubrir cómo alimentar a un grupo de 12 personas con comida fresca y deliciosa durante un mes en el mar puede cambiar realmente la forma de pensar sobre la preparación y la cocción de los alimentos. Además de cocinar a lo grande, a Kenneth también se le puede encontrar haciendo fotos de la vida salvaje, haciendo estiramientos en el suelo de la cocina para mantenerse en forma, o charlando sobre algunos de sus destinos favoritos de navegación por el mundo. Así que, si has pensado en hacerlo, probablemente Kenneth ya lo ha hecho. Pero no dejes que eso te impida intentarlo, ya que también es extremadamente humilde y servicial.

Así que ahí los tienes, tres marineros expertos, por supuesto, pero también tres seres humanos realmente excelentes. Al llegar al final de este extraordinario viaje, cuando vuelvo la vista hacia todas las cosas únicas y mágicas que he visto aquí en el Sur, parece que he llegado a una conclusión un poco sorprendente: conocer a la tripulación del Vinson ha resultado ser mi parte favorita.

 

Katie O'Brien es una estudiante de doctorado NERC GW4+ de la Universidad de Bath (Reino Unido). Su interés se centra en el modo en que los animales se adaptan a su entorno, especialmente en las zonas en las que el cambio climático es más notable. Viaja en el Vinson para recabar datos sobre cómo se adaptan varias colonias de pingüinos en la región del Océano Austral. Para ello, lleva a cabo la hedionda labor de recoger heces, denominadas científicamente «guano».

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